Una mexicana en Bali

Viaje a Bali
Una mexicana en Bali

Advertencia: no es mi intención, pero mis palabras pueden sonar exageradas. Lo entiendo. Pero no lo son. Bali es todo lo que imaginas. Sí, todo lo que te imaginas y más.

Bali.

¡Bali!

Bali, Indonesia…

Esa pequeña islita que, por alguna razón, vive como un deseo pendiente en los corazones de muchas personas occidentales.

Yo, era una de ellas.

Y es que, ¿de dónde surge su magia, su conexión con tantas almas que están a tantos kilómetros?

No lo he descifrado del todo aún. Pero sin duda merece su fama. 

En menos de 6,000 kilómetros cuadrados, todos ellos rodeados por playas con arenas de distintos colores, se condensan las más ricas junglas tropicales, verdes montañas, cráteres de volcanes y húmedos arrozales escalonados. Hay templos, palacios y cementerios ancestrales bellísimos, ubicados a cada vuelta de calle. Y también pequeñas ciudades llenas de casitas con las entradas más bonitas que he visto jamás, habitadas por la gente más amable de nuestro planeta.

Su idioma principal se comparte entre el balinés y el indonesio, pero prácticamente todos los habitantes usan también algo que, cuando lo escuchas con atención –no sólo con el oído sino con todos tus sentidos–, se asemeja mucho al inglés. Y es que en Bali todos terminamos “tarzaneando” el inglés: you take me there please, I pick up at 3pm, me like Bali, I show you, you pay me. Lo importante es que se entienda el verbo a llevar a cabo y el sustantivo que lo acompaña; ya la construcción correcta de las oraciones, o el inglés de escuela bilingüe, queda en el olvido. Y es que en Bali todo mensaje se comunica con una sonrisa, así que no importa mucho más.

Al salir por fin del aeropuerto, el shock visual puede ser fuerte. Varias personas ofreciéndote de todo un poco: hoteles, transporte, atracciones y, lo más importante: cambio de moneda y chip de celular. Yo recomiendo sólo contratar los últimos dos, todo lo demás te lo irás encontrando.

Además, la ciudad donde se encuentra el aeropuerto, no es necesariamente nada bonita… Denpasar es la capital política de Bali, pero Ubud es la capital turística; a hora y media aproximadamente del aeropuerto, y es a donde hay que dirigirse primero. Desde allí puedes moverte al resto de la isla fácilmente, y usarlo como punto de partida para planear tu mapa de viaje. Los balineses hacen todo por ayudarte a conseguirlo y, al ser una isla tan pequeña, es muy fácil moverse en coche. Porque, además: ¡todos son choferes! O tienen a algún primo chofer. Y si eres más aventado, puedes rentar una motoneta y moverte en ella por todos lados. Aunque tengo la teoría de que ésta última opción no es necesariamente la más segura.

Con tan sólo unos días podrás explorar ciudades, otras islas, playas, montañas y selvas. Yo, después de varios días en Ubud, comprando todo lo que me encontraba porque, además de tener un sentido estético excepcional, con artesanías y ropa de mucha calidad artística, subí un volcán a las dos de la mañana para presenciar el amanecer y después me adentré en la selva montañosa, donde no sólo se respira silencio y paz absoluta entre aves y lagos, sino que hay una gran diversidad de senderos para recorrer y descubrir cascadas chicas, medianas y enormes.

Pero esto no tiene la intención de ser una guía turística. Para hacer eso, me faltó tiempo, me faltaron distancias y me faltaron lugares.

Yo lo que deseo es transmitir la magia que se percibe en esta pequeña isla. En la que al norte nadan miles de delfines; donde la vegetación crece y se multiplica en los huecos y en las paredes de los templos y las calles ancestrales; en la que existen múltiples volcanes escalables y en los que se sienten los vapores de la Tierra. Sí, eso es: en Bali se percibe y se siente la Tierra.

Y, no sé si a todos, pero para mí los lugares donde se palpa la Tierra son mis favoritos.

Y, no sé si ustedes lo crean, pero en Bali se cumplen los deseos. Aunque también se propician los aprendizajes…

La isla en sí debe tener algo de magia, porque se ha vuelto un punto de encuentro para muchos magos. No quiero necesariamente enfatizar que ahí hay que ir a limpiarse de todo lo negativo y que vamos a salir todos rechinando de limpios y renovados, porque luego me van a cobrar sus facturas si no pasa, pero es un lugar especial por tres razones tangibles (que a su vez generan un millón de razones intangibles):

  1. En Bali reina la naturaleza. Reina el agua, y todo lo que el agua trae. Las plantas crecen en todas las grietas posibles. O las grietas se crean para dar paso a todas las plantas posibles. La piedra con la que construyen está entintada de verde, porque, incluso en la piedra más áspera, la naturaleza se ha abierto paso. Entonces, se ve, se percibe, se palpa el verde a donde voltees. Caminas entre flores, dice una amiga, refiriéndose no sólo a las que caen de los árboles, sino también a las que ponen los balineses al frente de sus casas y comercios a modo de ofrendas para los dioses.
  2. En Bali reina, también, la dualidad natural de la vida. Que a su vez es el equilibrio o el balance mismo. Más del 80% de los balineses practican, de forma muy seria, el hinduismo balinés; en su mayoría, son personas sumamente religiosas y también sumamente éticas. Ser personas de bien, no es un simple consejo: es un deseo y un objetivo a profundidad. Los balineses consideran tan crucial el bien como el mal, por lo que sus templos, esculturas, oraciones, ofrendas y ceremonias –que, créanme, no son escasas– no sólo se enfocan en los dioses, sino también en los demonios. Y así se genera un equilibrio perfecto.
  3. La magia se percibe. Ok, ésta no es tangible, pero podría jurar que es real. Y es lo que ha atraído a tantas personas de todo el mundo no sólo a vivir ahí de forma permanente o por temporadas, sino a invertir su dinero en proyectos magníficos dedicados a mejorar la vida de quienes los experimentan; tiendas, hoteles, estudios de yoga, restaurantes… Caminas sobre flores, pero también te rodeas de lo mejor de la gente todo-el-tiempo. O, al menos, si eso eliges ver. 

 

Sí, Bali es mágico. Bali es todo lo que imaginas y más. ¿Qué lo hace ser así? Tienen razón, no está muy claro. Pero vayan, vayan y vívanlo. A ver si ustedes regresan a contármelo. 

 

Texto de Begoña Sieiro H.L.

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