El estado de Querétaro lo tiene todo, desde una ciudad capital con 500 años de existencia, pieza clave en la formación de una nueva nación; tiene además una riqueza cultural única, que incluye arquitectura, gastronomía, acontecimientos históricos y leyendas del dominio popular.
Justo en este último rubro existe una rica variedad de relatos que han pasado de generación en generación y que han ganado popularidad con el correr de los años, pero que sobre todo se encuentran perfectos para estas épocas del año.
No obstante, también con el paso del tiempo, algunas de estas leyendas se han perdido u otras se han adaptado para invitar a la gente a recorrer callejones, haciendas, calles o casonas de estilo barroco que forman parte del entorno queretano.
Leyendas queretanas
La Carambada
Es una de las leyendas más conocidas en Querétaro, sobre todo porque se dice que fue ella quien le causó la muerte de Benito Juárez debió a una hierba conocida como la veintiunilla.
La historia de Leonarda Martínez alias la Carambada ha trascendido al tiempo y a la época, misma que se ha contado de generación en generación con datos y situaciones distintas.
Leonarda Emilia Martínez desde muy joven comenzó a robar durante la noche; años después se dedicó a robar diligencias llenas de oro y a repartir sus ganancias entre los pobres.
Se cuenta que fue una dama de compañía de Carlota y Maximiliano, el cual se enamoró de ella; sin embargo, ella ya había hecho amistad con la emperatriz y por ende no podía acceder a sus deseos, aunque en realidad estaba enamorada de un capitán francés del ejército monárquico, llamado José Joaquín Ortiz.
La Zacatecana
Esta es otra de las leyendas más conocidas en la entidad narra que en una casa ubicada en la calle Independencia No. 59, en el siglo XVII, una pareja proveniente del Estado de Zacatecas tuvo que mudarse a Querétaro por cuestiones del trabajo del marido, pues sus empresas y negocios estaban creciendo.
La pareja fue bien recibida por los pobladores quienes llegaron a decir que se les veían felices cuando acudían a caminar o a misa.
Debido al trabajo su esposo se ausentaba mucho, lo que desataba muchas peleas entre la pareja; de ahí que la mujer, cansada de tantas ausencias, quería quedarse con todo así que mandó matar a su marido y después se deshizo del asesino, para no dejar testigos, y se dice que los cuerpos fueron enterrados en las caballerizas de la casa.
La Zacatecana pagó sus crímenes y poco tiempo después la asesinaron, se piensa que los asesinos subieron al balcón de su cuarto, la mataron y luego dejaron su cuerpo en la plaza a la vista de todos.
Nadie supo quién o quiénes fueron los autores de dicha venganza; en tanto, la casa no volvió a ser habitada, pues los pobladores decían que tres almas en pena merodeaban el lugar.
El Marqués de la Villa del Villar del Águila
Esta leyenda gira en torno al Acueducto de Querétaro, una monumental edificación de 74 arcos, que alcanzan una altura promedio de 28.5 metros y una longitud de mil 298 metros.
Se cuenta que los arcos de cantera rosa son una construcción guiada por el amor; ya que, cuando Don Juan Antonio de Urrutia y Arana vio por primera vez a Sor Marcela, el amor entre ambos surgió de inmediato.
El problema derivó en una situación delicada, primero porque Sor Marcela era monja y segundo porque era sobrina de la esposa de Juan Antonio Urrutia y Arana, por lo que nunca hubieran podido hacer realidad su amor.
No obstante, la historia dicta que llegaron a un convenio; ella le ofreció su amor basado en el entendimiento mutuo, pero sobre todo lleno de pureza, pidiéndole a cambio que construyera el ahora majestuoso Acueducto para conducir el agua al convento de las Capuchinas.
La Llorona queretana
La llorona de Querétaro es conocida por tratarse de una mujer que no perdió a sus hijos, sino que a estos los asesinó su propio padre.
Esta leyenda cuenta que la causa del crimen fue porque ella le fue infiel a su marido con uno de sus vecinos; de ahí que, al enterarse el hombre, lleno de celos, no pensó en nada más que en matar a su propia familia, porque estaba convencido que los pequeños no llevaban su sangre.
Una noche entró al cuarto de los niños y los ahorcó sin miramientos; para cuando la madre de los pequeños ingresó a la habitación, ya era demasiado tarde, los cuerpos de los infantes yacían sin vida tirados en el piso.
Desde ese momento, la mujer perdió por completo la razón y se salió a la calle con lo que llevaba puesto; cabello despeinado y vestida únicamente con un camisón y una bata de color blanco.
Las personas que la vieron decían que solamente pronunciaba incoherencias; aunque otra versión apunta que se trataba de un malhechor que se vestía de mujer para sembrar el terror en las calles.
La Celda de Satanás
Hace muchísimos años en lo que se conocía como el Templo de San Francisco, varios muchachos se preparaban para convertirse en sacerdotes.
Un día mientras uno de los seminaristas se encontraba orando, oyó un ruido y al mover la cabeza observo a una bellísima mujer quien le sonrío. De inmediato, el chico se levantó de su asiento y fue en dirección hacia la oficina del párroco para relatarle lo sucedido.
Éste le dijo que lo que había visto era nada más y nada menos que un intento del «Demonio» para alejarlo de su verdadera vocación. Por lo que le explicó que lo mejor sería que a partir de ese instante, rezara encerrado en su claustro.
Así lo hizo y la aparición no volvió a mostrarse por largo tiempo, hasta que una noche, los gritos del seminarista despertaron al resto de sus compañeros. Los alaridos pidiendo auxilio eran tan fuertes que incluso varios de ellos intentaron derribar la puerta sin éxito.
Mientras tanto, en el claustro se encontraba el muchacho y la supuesta mujer quien ahora se había convertido en Lucifer. El joven tomó con su mano derecha la Biblia que tenía en el buró y con la izquierda un rosario de madera que le había regalado su abuela.
Poco a poco las oraciones tanto de él como de sus compañeros hicieron que el demonio fuera retrocediendo poco a poco, hasta que optó por salir de la habitación a como diera lugar.
Momentos después, se escuchó un fortísimo estruendo y la puerta del cuarto por fin pudo abrirse. Nadie podía creer lo que había ocurrido. En el techo había un hoyo negro de gran tamaño al que luego se le bautizó como el agujero del Diablo.
Además de estas leyendas existen otras tantas más en el entorno popular queretano, tales como “Sor Neve, la monja deambulante del templo de Santa Rosa de Viterbo”, “La misteriosa monja del Templo de Santa Clara” o “La Casa de Don Bartolo”, entre otras más.
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- Victor GL
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