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Exocerebro y conciencia colectiva: OPINIÓN

Con información original de Excélsior 

Ciudad de México. Luis Manuel Arellano Delgado 

En México mucha gente cree que puede “pensar” desde el corazón. Aunque parezca broma importantes decisiones se someten al designio de este órgano, asociado culturalmente al amor.

Evidentemente ni pensamos ni elegimos desde ahí. La vinculación con la realidad y la toma de conciencia se construyen a partir de procesos neuronales. De hecho, el cerebro dirige la existencia al marcar funciones vitales, movimientos corporales, emociones o conductas. También procesa la información recogida por los sentidos así como el control de las llamadas funciones cognitivas superiores: aprendizaje, percepción y memoria.

No es un despropósito decirlo porque, para alentar la reflexión y construir pautas de entendimiento en este convulso país, hay que pensar con la cabeza y -de paso- visualizar al cerebro en su dimensión evolutiva; solo bajo este enfoque pueden concebirse escenarios de fertilidad intelectual. Por eso, si queremos construir formas alternativas de organización social donde la convivencia, la inclusión y el acceso al bienestar se conviertan en metas alcanzables, si ese es el propósito, necesitamos un cambio cognitivo. No hay otro camino.

Desde hace años, el antropólogo Roger Bartra ha revisado la base del individualismo moderno. Esta búsqueda lo llevó a explorar las conexiones del cerebro con la conciencia y el libre albedrío. En una acuciosa pero extensa investigación, que incluye las aportaciones de la neurociencia, el académico señala que la conciencia se alimenta con elementos extracorporales y que definitivamente no permanece encerrada dentro del cerebro.

Las extensiones del cerebro constituyen un tema relativamente nuevo para comprender el desarrollo de la conciencia. Bartra ha señalado, también, que “la conciencia no radica en percatarse que hay un mundo exterior sino en que una porción de ese contorno externo ‘funciona’ como si fuese parte de los circuitos neuronales”.

Este enfoque conlleva otra tesis: que el mundo simbólico externo le permite a la masa encefálica “escapar” del espacio biológico determinista para entrar en un mundo conformado por circuitos neuronales extendidos afuera del cuerpo, con sistemas culturales de significación simbólica y lingüística que el autor llama “exocerebro”.

Los humanos, siguiendo a Bartra, estamos dotados de conciencia debido a esas prótesis creadas a lo largo de la historia, desde las que se expanden mente y conciencia más allá del sistema nervioso central.

Pero si las aportaciones de Bartra permiten entender por qué el comportamiento colectivo del mexicano es tan específico, también indican cómo podrían visualizar los próximos años ante el cambio estructural que la opinión pública mexicana está resintiendo sobre todo por la reconfiguración de creencias, de cambios jurídicos y la nueva moralidad. Estos ajustes culturales replantean la dimensión del tiempo y del espacio, pero, particularmente de los circuitos neuronales de cada ciudadano.

Es por eso que la conciencia futura, desde la anterior perspectiva, será distinta. No mejor ni peor, sino distinta, lo cual ya se puede observar en las ágoras virtuales; existen marcadores que así lo van revelando. No obstante, el cambio en la configuración identitaria, particularmente en la conciencia tampoco va, de ninguna manera, a configurar entidades semejantes entre ellas sino profundamente dispares más próximas al futuro apocalíptico que la ciencia ficción ha imaginado.

La concentración de riqueza, que para unos pocos puede asumirse como resultado del libre mercado y para la gran mayoría como despojo, es quizá el ejemplo paradigmático del peso que tienen algunos circuitos culturales al momento de configurar la conciencia.

Y es que el exocerebro no nutre igual cuando se devora por hambre que cuando se degusta por placer. Esta es la dimensión de la diferencia. Puede resultar hilarante pero, como señala Bartra, la conciencia no solo radicaría en el funcionamiento del cerebro sino sobre todo en la sensación de sufrimiento o impotencia que genera un problema.

Ninguna corazonada podría elegir bajo estas consideraciones porque tenemos un cerebro extendido para comprender y decidir, pero si no se usa desde la conciencia individual mucho menos será dimensionado en la conciencia colectiva (1 de 2).

 

Referencias

  • Bartra, Roger. “Antropología del cerebro” (versión ampliada). Ed. FCE, 2014, México.

@LuisManuelArell

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