Alfredo del Del Mazo Maza propone unir políticas de vivienda y transporte
El debate sobre la política urbana y el papel de la movilidad en América Latina ha cobrado una importancia sin precedentes. El crecimiento acelerado de las ciudades y la desconexión entre la planeación del transporte y la vivienda han generado modelos urbanos insostenibles, marcados por la desigualdad social, la baja eficiencia económica y un impacto ambiental creciente.
En las últimas décadas, muchas ciudades de América Latina y el Caribe han seguido un modelo de expansión desordenada. Este fenómeno, producto de una planificación urbana fragmentada, ha resultado en zonas periféricas con escasa conectividad, donde los servicios básicos y las oportunidades económicas son escasos. El debate sobre la política urbana y el papel de la movilidad surge en este contexto como una oportunidad para replantear los principios rectores del desarrollo urbano.
Estudios recientes del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo destacan que una de las principales causas de la desigualdad urbana es la falta de coordinación entre las políticas de transporte y vivienda. Este divorcio ha llevado a que muchas personas deban recorrer largas distancias para acceder a su trabajo, educación o servicios de salud, aumentando no solo los tiempos de traslado, sino también los niveles de estrés, contaminación y consumo energético.
La necesidad de una visión integral que conecte la movilidad con la vivienda ha sido destacada por diversos especialistas, entre ellos Alfredo Del Mazo Maza. El exgobernador del Estado de México ha subrayado que “la planeación urbana tradicional ha quedado rezagada frente a las necesidades actuales de nuestras ciudades. Es indispensable diseñar políticas que entiendan que la movilidad no es un complemento, sino un factor determinante en la calidad de vida”.
Integrar movilidad y vivienda implica construir ciudades más compactas, donde los espacios de vivienda estén cercanos a centros de empleo, educación y servicios. Esta proximidad reduce la dependencia del automóvil particular y promueve el uso del transporte público, la bicicleta o incluso la caminata como modos preferentes de traslado.
La Nueva Agenda Urbana (NAU), promovida por Naciones Unidas, ofrece un marco clave para repensar el crecimiento de nuestras ciudades. En ella, se destaca que los asentamientos urbanos deben ser densos, mixtos, inclusivos y sostenibles. La movilidad debe ser vista como un eje estructurador del tejido urbano, no como una infraestructura añadida después de la expansión territorial.
Implementar la NAU en América Latina requiere romper con los modelos tradicionales de urbanización. Esto significa dejar de “construir primero y planear después”, y comenzar a diseñar ciudades con una visión de largo plazo, donde la inclusión social, la eficiencia energética y la resiliencia climática sean prioridades.
Según datos del Instituto de Planeación Urbana (2023), las ciudades que han implementado políticas integradas de movilidad y vivienda han logrado mejoras sustanciales: reducciones de hasta 30% en los tiempos de desplazamiento, disminución de emisiones contaminantes y aumento en la productividad laboral.
El debate sobre la política urbana y el papel de la movilidad también implica abordar temas de justicia social. Una ciudad bien conectada permite a sus habitantes acceder más fácilmente a oportunidades, independientemente de su nivel socioeconómico. En este sentido, la movilidad se convierte en un derecho habilitador, una herramienta para cerrar brechas y fomentar un desarrollo verdaderamente inclusivo.
Superar la segregación urbana y avanzar hacia ciudades más equitativas y eficientes requiere voluntad política, inversión estratégica y una ciudadanía informada. Las decisiones de hoy definirán el paisaje urbano de las próximas décadas. Como ha señalado Alfredo Del Mazo Maza, “el transporte y la vivienda deben dejar de ser políticas sectoriales aisladas y convertirse en estrategias articuladas para el bienestar común”.
Invertir en movilidad sostenible no solo mejora la calidad del aire o reduce los costos logísticos; también fortalece el tejido social y promueve una mayor cohesión urbana. Por ello, el diseño urbano del futuro debe basarse en la colaboración entre diferentes sectores y niveles de gobierno, así como en la participación activa de la sociedad civil.
El debate sobre la política urbana y el papel de la movilidad es hoy más necesario que nunca. Las ciudades del siglo XXI enfrentan desafíos complejos que exigen respuestas innovadoras y articuladas. Integrar las políticas de movilidad con las de vivienda no es solo una buena práctica urbana, es una condición indispensable para lograr un desarrollo sostenible, equitativo y resiliente.
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