La película “Emilia Pérez”, dirigida por el cineasta francés Jacques Audiard, se encuentra en el centro de una controversia en México, el país que inspiró su trama, y al que finalmente llega después de tanta polémica.
El filme aborda temas sensibles como el narcotráfico, las desapariciones forzadas y la transición de género, en un contexto que pretende ser tanto reflexivo como provocador. Sin embargo, su estreno ha desatado una ola de críticas por parte de la audiencia mexicana, que cuestiona su representación de la violencia y las vivencias trans.
A pesar de la controversia, “Emilia Pérez” ha sido ampliamente reconocida en el ámbito internacional. Recientemente, recibió 11 nominaciones a los premios BAFTA, incluidas categorías como mejor película de comedia o musical, y mejor actriz para Karla Sofía Gascón, quien interpreta al narcotraficante protagonista que decide realizar una transición de género. La película también obtuvo cuatro Globos de Oro, consolidándose como una de las producciones más destacadas de la temporada de premios.
Desde su estreno en festivales internacionales, “Emilia Pérez” ha enfrentado críticas por su representación del narcotráfico y la violencia en México. La audiencia mexicana ha señalado que la película trivializa temas como las desapariciones forzadas y el impacto del crimen organizado, reduciéndolos a elementos de un melodrama musical.
En respuesta, Audiard reiteró que su intención no era ofender, sino explorar temas universales de identidad y transformación. Sin embargo, críticos y expertos han cuestionado si estos temas pueden abordarse sin un contexto cultural adecuado. Y la realidad es que no, no se puede. Sí se necesita investigar un poco más para ser un tanto más sensible a la situación, y evitar estereotipos y caricaturas.
En una conferencia de prensa, Jacques Audiard expresó su conmoción ante la indiferencia internacional hacia la crisis de los desaparecidos en México, una problemática que lo inspiró a realizar el filme. Según el director, su objetivo era plantear preguntas y generar discusiones sobre temas que, aunque universales, son particularmente dolorosos en el contexto mexicano.
“Abordé este tema con prudencia y mucha reflexión. Si mi película parece superficial o ligera para los mexicanos, ofrezco una disculpa”, comentó Audiard, (¿está la prudencia y reflexión entre nosotros?, porque para los mexicanos, e latinoamericanos, está lejos de la prudencia y la reflexión). “El cine no resuelve problemas, pero puede generar conversaciones importantes. Si ‘Emilia Pérez’ logra eso, me sentiré satisfecho”.
A pesar de su intención artística, Audiard reconoció las limitaciones culturales de su obra y admitió no haber realizado una investigación exhaustiva sobre México antes de comenzar el proyecto. Esto, combinado con el uso de actrices extranjeras en los papeles principales, ha intensificado las críticas por apropiación cultural y falta de sensibilidad.
El elenco de “Emilia Pérez” incluye a Karla Sofía Gascón, Selena Gomez, Zoe Saldaña y la actriz mexicana Adriana Paz, quien interpreta a la exesposa de un desaparecido. Aunque el reparto ha sido elogiado por sus actuaciones, la decisión de incluir a actrices extranjeras en roles mexicanos ha generado controversia.
Audiard explicó que esta elección fue motivada por consideraciones financieras y de taquilla. “En un momento dado, se impuso una cuestión de dinero. Aquí en México hay muchísimo talento, pero necesitábamos nombres reconocidos para financiar la película”, señaló. Estas declaraciones son un tanto diferentes a las de la directora de casting, quién en una entrevista no había aceptado esto, si no que dijo que no habían encontrado talento en México.
Por su parte, Adriana Paz defendió la producción y el enfoque del director. En una conferencia de prensa, rompió en llanto al hablar sobre su conexión personal con el tema de los desaparecidos. “Yo nací aquí, crecí aquí, me secuestraron hace 18 años. Me duele que la gente esté tomando el tema desde ese lugar y violentando tanto”, afirmó. Paz subrayó que el filme busca visibilizar una problemática que, lamentablemente, se ha normalizado en la sociedad mexicana.
Que en efecto, es una problemática normalizada. Pero eso no quiere decir que extranjeros puedan venir a caricaturizar el tema de manera tan insensible. Pero Paz aparentemente no vio esto en el guión.
Karla Sofía Gascón, actriz transgénero que interpreta al narcotraficante protagonista y a su versión trans, se ha convertido en una figura clave en la conversación sobre representación en el cine. Gascón, quien también recibió una nominación al BAFTA, señaló que su participación en el proyecto trasciende lo cinematográfico y tiene un impacto social significativo.
“Pienso en los millones de personas que van a levantarse de su sofá de alegría y sentir que esta nominación es también suya. No solo es para las personas trans o LGBT, sino para muchas personas que buscan vivir libres en su propia piel”, comentó Gascón.
La actriz también explicó que realizó modificaciones al guion original para garantizar una representación respetuosa de las vivencias trans. “Tuve que adaptar el personaje porque había detalles que no correspondían con la realidad que vivimos”, señaló.
Pero muchas personas trans y de la comunidad LGBTQ+ también critican la película, ya que señalan que la representación no es adecuada y cae en estereotipos problemáticos y dañinos. ¿Una mujer trans que en el momento de hacer la transición pasa de ser un narco sanguinario a la madre Teresa de Calcuta no les parece que reduce el tema de género a hombres = malos, mujeres = siempre buenas? Y eso sin mencionar la canción sobre la operación para hacerse la transición.
Por otro lado, las declaraciones de Karla Sofía Gascón en redes sociales también desataron controversia. La actriz bloqueó a varios usuarios que criticaron la película y se refirió a ellos como «basura» y «gatos». Aunque Gascón explicó que en España la frase alude a un grupo pequeño de personas sin connotación despectiva, el término tiene un significado muy diferente en México, donde se considera un insulto despectivo y clasista.
Gascón aclaró que nunca tuvo la intención de insultar a México y destacó el odio y las amenazas que ha recibido a raíz de la controversia. Sin embargo, Gascón ha trabajado y vivido en México, por lo que debería de conocer la carga cultural y el peso despectivo de ese término, y tendría que haber considerado esto antes de usarlo en cualquier contexto.
Su falta de sensibilidad hacia el significado local refleja un desconocimiento que muchos han considerado inadmisible, especialmente tratándose de una figura pública que actualmente representa una película envuelta en polémicas culturales.
Algunos críticos señalan que el uso de “gato” por parte de Gascón refuerza actitudes clasistas y despectivas, que históricamente han sido un punto de tensión en México. En una sociedad marcada por profundas desigualdades económicas y sociales, términos como este no solo perpetúan estereotipos, sino que también exponen a quienes los utilizan como ajenos a la realidad cultural del país.
En México, el término “gato” se utiliza despectivamente para denotar servilismo o una posición de subordinación. Es comúnmente empleado para describir a alguien que realiza tareas básicas o está subordinado a otra persona, usualmente con desprecio. Por ejemplo, frases como “es su gato” implican que alguien actúa como un sirviente o subordinado dispuesto a cumplir cualquier orden sin cuestionar.
Este uso deriva de una evolución del término en el lunfardo argentino, que originalmente se usaba en el ámbito carcelario para referirse al individuo con el rango más bajo, encargado de hacer trabajos serviles. Con el tiempo, este significado tumbero trascendió fronteras y se popularizó en México como una expresión para denigrar a alguien, muchas veces asociada con clasismo y desprecio social.
La polémica en torno a Gascón es un recordatorio de la responsabilidad que tienen las figuras públicas, especialmente aquellas que trabajan en contextos internacionales, de informarse sobre las sensibilidades culturales de los lugares donde residen o trabajan. Esto es particularmente relevante cuando se trata de temas o proyectos que, como “Emilia Pérez”, abordan problemáticas sociales complejas y profundamente arraigadas.
En lugar de simplemente disculparse o justificar el malentendido, esta situación podría haber sido una oportunidad para reflexionar sobre el clasismo y las dinámicas de poder en México, así como para construir un diálogo más empático con la audiencia.
A pesar de las críticas en México, “Emilia Pérez” ha sido aclamada en festivales internacionales. En el Festival de Cannes, recibió el premio del jurado y un galardón conjunto de mejor actriz para sus cuatro protagonistas, incluido el reconocimiento histórico a Adriana Paz como la primera mexicana en recibir este honor.
El éxito internacional de la película subraya la complejidad de abordar temas culturales específicos desde una perspectiva global. Aunque Audiard ha ofrecido disculpas por cualquier representación insensible, “Emilia Pérez” abre un debate crucial sobre la responsabilidad del cine en la representación de realidades ajenas.
“Emilia Pérez” es más que una película; es un reflejo de las tensiones entre la intención artística y la responsabilidad cultural. Aunque ha generado conversaciones importantes sobre temas como la identidad, la violencia y la representación trans, también pone en evidencia las limitaciones de abordar problemáticas complejas sin un contexto adecuado.
El estreno de “Emilia Pérez” en México, programado para el 23 de enero, será una prueba definitiva de su capacidad para conectar con una audiencia que vive de cerca las realidades que la película intenta retratar.
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