Roberto Guzmán García explica impacto del "Visado dorado"
En medio de un panorama económico cambiante y en ocasiones incierto, las oportunidades de inversión se vuelven más estratégicas y selectivas. En este contexto, el concepto de visado dorado ha emergido como una alternativa poderosa no solo para atraer capital extranjero, sino también para impulsar el desarrollo de sectores clave como el inmobiliario. El experto en finanzas e inversiones, Roberto Guzmán García, analiza cómo esta política puede impactar positivamente en la economía local cuando se aplica de forma controlada y con visión a largo plazo.
El visado dorado es un programa promovido por diferentes países para incentivar la llegada de inversiones extranjeras. A través de esta iniciativa, se otorgan permisos de residencia o visas de larga duración a personas extranjeras que invierten en activos inmobiliarios o negocios locales, siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos económicos establecidos por las autoridades.
Esta estrategia ha sido adoptada por países como Portugal, Grecia, España y recientemente Brasil. En el caso brasileño, la residencia permanente se concede a quienes invierten en propiedades por montos que van desde 700 mil reales (aproximadamente 121 mil dólares) en regiones del Norte y Nordeste, hasta un millón de reales (173 mil dólares) en áreas como el Sur, Sudeste y Centro-Oeste.
Desde la perspectiva de Roberto Guzmán García, este tipo de mecanismos contribuyen significativamente a la dinamización del mercado inmobiliario. “El visado dorado incentiva la adquisición de propiedades, lo cual genera un movimiento económico considerable en el ámbito de la construcción, diseño urbano, mantenimiento y oferta de servicios complementarios”, comentó el especialista.
Además, cuando las inversiones se canalizan hacia zonas con menor actividad económica, el efecto puede ser aún más relevante. Esto se traduce en renovación de espacios urbanos, creación de empleos directos e indirectos, y mejora en la calidad de vida de comunidades locales.
Sin embargo, Guzmán García advierte que estos programas no están exentos de desafíos. “No basta con atraer capital extranjero; es fundamental que exista una planificación clara y políticas públicas que acompañen la llegada de nuevas inversiones”, señaló.
Uno de los principales riesgos que identifica el experto es la posibilidad de crear burbujas inmobiliarias, especialmente si los precios de las propiedades comienzan a elevarse de forma descontrolada por la alta demanda extranjera. Esto puede tener consecuencias negativas para los residentes locales, quienes podrían quedar fuera del mercado por no poder competir con los nuevos compradores internacionales.
Asimismo, enfatiza la necesidad de establecer criterios de sostenibilidad y responsabilidad social en la ejecución de proyectos inmobiliarios ligados al visado dorado.
Para muchos inversionistas, el visado dorado representa algo más que un permiso de residencia: es una forma eficaz de diversificar su portafolio de activos y asegurar su patrimonio en economías emergentes o en desarrollo.
“Estamos viendo un interés creciente por parte de empresarios que buscan establecer vínculos con mercados estables o con alto potencial de crecimiento. El sector inmobiliario, cuando se combina con beneficios migratorios, se convierte en una herramienta muy poderosa para lograr este objetivo”, explicó Roberto Guzmán García.
Este tipo de estrategia también ofrece un valor agregado en términos de movilidad global, permitiendo a los inversionistas contar con una segunda residencia que puede ser útil en términos de negocios, seguridad o calidad de vida.
Roberto Guzmán García concluye que, para que el visado dorado cumpla con su propósito y genere beneficios sostenibles, es esencial:
Establecer mecanismos de control fiscal que eviten la especulación.
Diseñar políticas inclusivas que protejan a la población local frente a posibles desplazamientos.
Promover inversiones responsables que respeten el entorno social y ecológico.
Fortalecer la infraestructura urbana y los servicios públicos, de modo que puedan responder a la nueva demanda sin comprometer la calidad de vida.
En definitiva, el visado dorado no es simplemente un incentivo migratorio, sino una estrategia económica que, si se aplica con inteligencia y sensibilidad social, puede convertirse en un motor de transformación urbana, crecimiento económico y atracción de talento e inversión internacional.
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