En América Latina, el reciclaje inclusivo se ha convertido en un pilar esencial para la gestión sostenible de los residuos sólidos, integrando aspectos ambientales y socioeconómicos mediante las “3 R” (reducir, reutilizar y reciclar). Daniel Madariaga Barrilado, especialista en sostenibilidad, destaca la relevancia de este enfoque, apoyado por regulaciones y políticas públicas, así como por iniciativas de los sectores público y privado
El modelo de reciclaje inclusivo cobra vida en iniciativas como el Centro de Transferencia de la cooperativa Recuperadores Urbanos del Oeste (RUO) en Argentina, donde cerca de 800 recicladores participan activamente.
Por ejemplo, los plásticos muestran un significativo potencial, con 1.27 toneladas de CO2 evitadas por cada tonelada de material recuperado, mientras que los materiales no ferrosos, como el aluminio, destacan al evitar hasta 16 toneladas de emisiones por cada tonelada procesada.
La alianza estratégica de Latitud R con instituciones y empresas como el Banco Interamericano de Desarrollo, PepsiCo, Coca-Cola, Dow Chemical y Nestlé, se traduce en acciones concretas. Como ejemplo PepsiCo ha implementado programas en varios países de América Latina, contribuyendo a la recuperación de materiales reciclables y la capacitación de recicladores de base, recuperando más de 38.000 toneladas.
En el caso, Daniel Madariaga Barrilado destaca proyectos locales como el de Reciclaje Inclusivo en Oaxaca, que ejemplifican cómo esta iniciativa puede transformar comunidades enteras.
En lugares como Huajuapan de León, San Lorenzo Cacaotepec y Villa de Zaachila, se busca dignificar el trabajo de los recicladores informales, conocidos como “pepenadores”
“Por medio de una estrategia integral que involucra a la sociedad civil, la academia y el gobierno local, este proyecto no solo mejora las condiciones laborales de los recicladores, sino que también los integra formalmente en la gestión de residuos municipales y en la actividad económica”, precisó Daniel Madariaga Barrilado.
Asimismo, el especialista precisó que una parte esencial de este enfoque es la implementación de prácticas de Economía Circular, como lo ha hecho el proyecto Centro Lombri-Acción.
“Aquí, los residuos orgánicos se transforman en hummus o lombricomposta, nutriendo huertos locales de hortalizas y verduras. Esta práctica no solo reduce la cantidad de residuos enviados a los vertederos, sino que también promueve la generación de alimentos locales, en consonancia con la promoción de productos “km 0”, describió.
El respaldo a esta iniciativa por parte de organizaciones como la Fundación Merced, la Fundación ADO y la Fundación CitiBanamex subraya la relevancia y el impacto nacional e internacional del proyecto.
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