La sostenibilidad ya no es una tendencia, es una estrategia. En 2025, el 78 % de los inversionistas considera los reportes de responsabilidad social empresarial (RSE) para tomar decisiones, y el 89 % de los consumidores da preferencia a compañías con compromiso social y ambiental.
Gabriel Gadsden, empresario mexicano y promotor de iniciativas sociales, sostiene que el crecimiento sin propósito ha quedado atrás.
No basta con ser rentables. Las empresas que no integren la dimensión humana en sus decisiones están destinadas a quedarse fuera del juego, afirma.
Las métricas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) ya representan más de 41 billones de dólares en activos a nivel global, y se estima que alcancen los 50 billones en 2025. El 90 % de las empresas públicas reporta actualmente indicadores de sostenibilidad, y casi la mitad declara haber visto un impacto directo en su valor empresarial al hacerlo con transparencia.
En México, el 58 % de las firmas medianas y grandes cuenta con programas de RSE, pero solo el 21 % evalúa su impacto real en comunidades vulnerables. Para Gadsden, esta brecha entre discurso y acción representa una oportunidad estratégica que las empresas no pueden desaprovechar.
Los mercados están premiando a quienes transforman sus cadenas de valor con enfoque social y ambiental, advierte.
Gabriel Gadsden insiste en que el reto ya no es solo técnico, sino filosófico. Propone una transición del pensamiento transaccional al relacional: pasar del “ganar-vender” al “legar-valor”. En sus palabras, es urgente establecer un nuevo contrato moral entre la empresa y la sociedad.
Si queremos un futuro empresarial viable, necesitamos coherencia, transparencia y responsabilidad compartida, señala.
Según datos recientes, el 85 % de los mexicanos confía más en compañías que comunican sus acciones sociales y ambientales, pero solo el 7 % considera que las empresas están haciendo lo suficiente. Esta brecha entre percepción y acción define, para Gadsden, el gran desafío del empresariado en México.
Para Gadsden, la sostenibilidad no debe entenderse como un anexo de la operación, sino como una brújula. Las empresas que de verdad dejen huella serán aquellas capaces de construir valor social, ambiental y humano de forma medible y sostenida.
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