El crecimiento acelerado de las ciudades mexicanas ha provocado no solo problemas de movilidad y contaminación, sino también un aumento preocupante de enfermedades mentales. Datos del INEGI revelan que el 75% de la población urbana en México se siente estresada debido a su entorno, especialmente en metrópolis como Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.
Frente a este panorama, Ernesto Mizrahi, experto en arquitectura sostenible, subraya la importancia de rediseñar los espacios urbanos bajo un enfoque sensorial que favorezca la salud emocional. “Las ciudades deben dejar de ser entornos que agotan y comenzar a transformarse en espacios que nutren, reconfortan y sanan a quienes las habitan”, afirma.
Neuroarquitectura: el vínculo entre diseño y bienestar
Este enfoque tiene respaldo científico. La neuroarquitectura, disciplina que une neurociencia y arquitectura, ha demostrado a través de estudios del Salk Institute for Biological Studies que los entornos físicos inciden directamente en los niveles de cortisol y serotonina del cuerpo. Es decir, un diseño urbano consciente puede reducir el estrés y promover estados de bienestar.
Ernesto Mizrahi lo expresa de forma clara: “Cada elemento arquitectónico —una pared curva, una banca bajo sombra natural, una fuente de agua con sonido tenue— tiene el potencial de convertirse en un estímulo neurosensorial que equilibre nuestras emociones”.
El poder terapéutico de los espacios verdes
Un estudio de Frontiers in Psychology (2022) reveló que el contacto diario con zonas verdes urbanas reduce hasta en un 20% el estrés percibido por la población. Asimismo, el Center for Urban Design and Mental Health encontró que las personas que viven cerca de parques y jardines tienen un 30% menos riesgo de desarrollar trastornos depresivos.
Estos datos reafirman lo que Ernesto Mizrahi ha defendido desde hace años: los materiales sostenibles, la vegetación y la luz natural no son lujos, sino inversiones esenciales para la salud pública.
Ejemplos concretos: cuando el diseño mejora vidas
Proyectos como el Parque Lineal Gran Canal en Ciudad de México han demostrado el valor del urbanismo sensorial. Al transformar 12 km de terreno en desuso en un corredor verde con vegetación nativa y estímulos ambientales, la calidad de vida de las comunidades colindantes mejoró notablemente.
Del mismo modo, la experiencia del programa Green Streets en Portland mostró una disminución del 15% en los niveles de ansiedad tras implementar espacios verdes con criterios sensoriales.
Rediseñar México desde la arquitectura emocional
Para Ernesto Mizrahi, la pandemia dejó una enseñanza clara: es urgente reconfigurar las ciudades con una visión a largo plazo que ponga al bienestar en el centro del diseño. “La arquitectura no debe limitarse a resolver problemas funcionales. Debe emocionar, inspirar, reconectar al ser humano con su entorno”, puntualiza.
Con propuestas basadas en vegetación, iluminación natural y materiales nobles, Mizrahi propone construir ciudades más humanas, resilientes y emocionalmente sanas.
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