El Vaticano anunció que el cónclave para elegir al sucesor del Papa Francisco iniciará el próximo 7 de mayo. El proceso, envuelto en siglos de tradición y hermetismo, marca uno de los eventos más solemnes e importantes para la Iglesia católica. Tras el fallecimiento del primer Papa latinoamericano el 21 de abril, los cardenales se preparan para recluirse en la Capilla Sixtina y definir al nuevo líder espiritual de más de mil millones de fieles.
El cónclave es una reunión secreta de cardenales convocada para elegir a un nuevo Papa. El término proviene del latín cum clavis, que significa “bajo llave”, en referencia al aislamiento al que se someten los participantes. Solo los cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto. En esta ocasión, 133 de los 135 cardenales electores asistirán al cónclave.
Durante el proceso, se impone un régimen de incomunicación total: no hay acceso a teléfonos, internet, televisión o prensa. Romper el secreto puede acarrear la excomunión inmediata.
El 7 de mayo, la jornada comenzará con la misa Pro Eligendo Pontifice, celebrada a las 10:00 horas en la Basílica de San Pedro. Por la tarde, a las 16:15, los cardenales se reunirán en la Capilla Paolina para comenzar la procesión hacia la Capilla Sixtina.
Vestidos con sus paramentos rojos, entonarán el himno Veni Creator Spiritus y pronunciarán un juramento solemne de secreto y fidelidad. Una vez clausurada la Capilla Sixtina, dará inicio el proceso de votación.
Las votaciones comienzan el mismo día del encierro. Se celebran hasta cuatro rondas diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. Para ser electo, un candidato debe obtener dos tercios de los votos.
Después de cada votación, las papeletas son quemadas en una estufa especial. Si el humo es negro, significa que no se ha alcanzado un consenso. Si es blanco, el mundo sabrá que Habemus Papam.
En caso de que no se logre una elección tras tres días, se pausa el cónclave por una jornada de oración y reflexión. El proceso puede extenderse durante varios días, pero en los últimos siglos rara vez ha durado más de una semana.
Solo los cardenales menores de 80 años pueden votar. De los 252 miembros del Colegio Cardenalicio, 135 tienen este derecho, pero dos no participarán por razones de salud. De ellos, 108 fueron nombrados por el propio Papa Francisco, lo que podría inclinar la elección hacia un sucesor que dé continuidad a su legado.
Los cardenales provienen de todos los continentes. Europa tiene la mayor representación con 53 electores, seguida de Asia y Oceanía con 27, América Latina con 21, África con 18 y América del Norte con 16.
Italia encabeza el listado de países con 19 cardenales, seguida de Estados Unidos con 10, Brasil con 7 y Francia con 5.
Durante el cónclave, los cardenales residen en la Casa Santa Marta, dentro del Vaticano. No pueden salir ni recibir visitas. Todo contacto con el exterior está prohibido, salvo por razones graves que deben ser aprobadas por una comisión de cardenales.
El Vaticano despliega medidas extraordinarias de seguridad. Se bloquean señales electrónicas y se prohíbe el uso de dispositivos móviles. Incluso los diarios y la televisión están vetados para evitar influencias externas.
Además de los cardenales, pueden ingresar temporalmente algunos asistentes, como médicos, personal de limpieza o técnicos, pero también están obligados al secreto.
El cónclave se instauró formalmente en el siglo XIII, tras una elección que duró casi tres años. Desde entonces, se han refinado sus reglas para asegurar mayor agilidad y confidencialidad.
El actual reglamento fue establecido por el Papa Juan Pablo II y actualizado por Benedicto XVI y Francisco. Entre otras medidas, se estipula que cualquier intento de influir en los votos puede ser sancionado con la excomunión.
Aunque, en teoría, cualquier varón católico bautizado puede ser elegido Papa, en la práctica siempre ha sido un cardenal, con muy pocas excepciones.
Aunque no se publican candidaturas formales, varios nombres han surgido como posibles sucesores. Entre ellos están el italiano Matteo Zuppi, el filipino Luis Antonio Tagle, el húngaro Péter Erdő y el africano Peter Turkson. También suenan el canadiense Marc Ouellet y el cardenal brasileño Odilo Scherer.
Desde Argentina, donde nació el Papa Francisco, cuatro cardenales están habilitados para votar, incluido Víctor Manuel «Tucho» Fernández, uno de sus colaboradores más cercanos.
El perfil del nuevo pontífice dependerá de las prioridades que definan los cardenales: continuidad con la visión pastoral de Francisco o un regreso a posturas más conservadoras.
El 80% de los electores fueron nombrados por Francisco, lo cual podría inclinar la balanza hacia un perfil cercano a su pensamiento. Sin embargo, esto no garantiza unanimidad. Incluso dentro de los cardenales creados por él, hay diversas corrientes.
Muchos de ellos provienen de regiones tradicionalmente poco representadas, como África o Asia, y podrían favorecer un liderazgo global y descentralizado. Otros, sin embargo, muestran simpatía por una Iglesia más doctrinal, en la línea de Juan Pablo II o Benedicto XVI.
Una vez elegido, el nuevo Papa es preguntado si acepta el cargo. Si responde afirmativamente, elige su nombre papal. Luego, aparece en el balcón central de la Basílica de San Pedro para impartir su primera bendición Urbi et Orbi.
Días después se realiza la misa de entronización, que marca oficialmente el inicio de su pontificado.
Este cónclave será observado con atención por fieles, medios y líderes del mundo. La Iglesia católica enfrenta múltiples desafíos: pérdida de fieles, escándalos de abusos, tensiones doctrinales y el papel de la mujer y la comunidad LGBTQ+.
El nuevo Papa tendrá la responsabilidad de guiar a la Iglesia en una era de cambio global. Su elección, aunque secreta, reflejará la visión que los cardenales tienen para el futuro del catolicismo.
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