Gracias a la conservación, varias especies de animales como el panda, el lobo gris y el lince ibérico ya no están en peligro de extinción.
Durante siglos, los seres humanos han puesto en peligro la biodiversidad del planeta. Pero también han sabido actuar para rescatarla. Hoy en día, hay más de 47,000 especies animales aún están en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Ningún continente ni grupo animal está completamente a salvo. La destrucción de hábitats, el comercio ilegal, la contaminación y la caza furtiva siguen siendo amenazas latentes.
Sin embargo, hay buenas noticias: algunas especies han dejado de estar en peligro, gracias a estrategias activas de conservación, protección legal y colaboración entre gobiernos, científicos y comunidades.
Para que una especie deje de estar oficialmente en peligro, debe cumplir ciertos criterios:
Aumento sostenido de individuos en libertad.
Mejora de su capacidad reproductiva.
Recuperación de su hábitat natural.
Disminución o control de amenazas externas.
La UICN revisa constantemente sus listas con base en estos parámetros. Si bien dejar de estar “en peligro crítico” no siempre significa estar completamente fuera de riesgo, representa un gran paso hacia su recuperación.
Uno de los casos más celebrados es el del lince ibérico (Lynx pardinus), considerado durante años el felino más amenazado del mundo. En 2001, solo existían unos 60 ejemplares en libertad. Gracias a programas de cría en cautiverio, liberación controlada y educación comunitaria en España y Portugal, hoy hay más de 2,000 linces ibéricos. Aunque aún se clasifica como especie “vulnerable”, su recuperación es un modelo mundial.
Durante décadas, la ballena jorobada (Megaptera novaeangliae) fue cazada intensamente. Su número cayó dramáticamente. Sin embargo, gracias a tratados internacionales y la creación de santuarios marinos, su población ha aumentado. Actualmente, hay alrededor de 84,000 ejemplares adultos, y en 2024 la especie fue retirada de la lista de animales en peligro por la UICN.
El panda gigante (Ailuropoda melanoleuca) fue durante años el emblema de la conservación global. Enfrentaba amenazas por la destrucción de su hábitat de bambú y la caza furtiva. China implementó reservas naturales, programas de reproducción en cautiverio y estrictas leyes de protección. Como resultado, en 2016 el panda pasó de estar “en peligro” a “vulnerable”. Actualmente, se estima que hay más de 2,000 pandas gigantes en estado silvestre.
El lobo gris (Canis lupus) fue casi exterminado en Estados Unidos por la caza y la pérdida de hábitat. En el Parque Nacional de Yellowstone, su ausencia provocó un desequilibrio ecológico. A partir de 1995, se reintrodujeron ejemplares en la región, y su población se ha recuperado. Hoy, la especie ya no está clasificada como en peligro grave y habita en diversas áreas de América del Norte y Eurasia.
Aunque el rinoceronte negro en general sigue en peligro crítico, su subespecie suroccidental ha mostrado una recuperación notable. El número de ejemplares adultos alcanzó los 1,334 en 2024, según la UICN. Esto se logró mediante patrullajes, zonas protegidas y acciones contra la caza ilegal. Hoy, su estatus cambió a “casi amenazado”.
La iguana azul (Cyclura lewisi), endémica de las Islas Caimán, estuvo al borde de la extinción por la destrucción de su hábitat y la presencia de especies invasoras. En los años 90, quedaban menos de 25 iguanas. Gracias a un exitoso programa de reproducción y reintroducción, hoy hay más de 1,000 ejemplares en libertad.
A continuación, una lista de especies que han sido rescatadas del peligro de extinción gracias a políticas públicas, activismo y cooperación internacional:
Símbolo nacional de EE. UU., el águila calva (Haliaeetus leucocephalus) estuvo al borde de la desaparición por la caza y pesticidas como el DDT. En 1978 fue incluida en la lista de especies en peligro. Tras décadas de trabajo, en 2024 salió de la lista roja de la UICN.
Este veloz depredador sufrió por el tráfico ilegal y el uso de pesticidas. La Ley del Tratado de Aves Migratorias en EE. UU. y programas reproductivos lograron estabilizar su población. En 2025 fue declarado fuera de peligro.
Ave endémica de Portugal, el camachuelo (Pyrrhula murina) enfrentó la extinción en 2005. Medidas locales, protección legal y participación comunitaria lograron revertir su situación. Desde 2016 ya no está en peligro crítico.
En el siglo XIX, el bisonte (Bison bison) fue cazado casi hasta su extinción. Pasó de millones a solo unos cientos. Hoy, gracias a programas de conservación en reservas y parques nacionales, es una especie recuperada.
Una de las aves voladoras más grandes, el cóndor (Gymnogyps californianus) estuvo al borde de la extinción. En 1987 quedaban solo 27 ejemplares. Gracias a la cría en cautiverio y la liberación controlada, hay más de 300 cóndores volando libremente.
Este mamífero marino sufrió por décadas debido a la caza y la competencia con pescadores. Aunque aún está clasificado como “casi amenazado”, su recuperación en ciertas regiones es una señal de esperanza.
Durante el siglo XIX, el caimán americano (Alligator mississippiensis) fue cazado por su piel. En 1967 fue declarado en peligro. Veinte años después, salió de esa categoría gracias a la protección legal y su reintroducción en pantanos del sur de EE. UU.
La historia de estas especies nos recuerda algo importante: la acción humana, aunque muchas veces destructiva, también puede ser positiva. La creación de reservas, el combate a la caza furtiva, los programas de cría y la educación ambiental han salvado vidas.
Estos logros no significan que el trabajo esté terminado. Muchos de los animales mencionados aún enfrentan amenazas. La pérdida de hábitat, el cambio climático y la explotación siguen poniendo en riesgo a miles de especies.
La Tierra enfrenta una crisis ecológica sin precedentes. Sin embargo, también está llena de historias de resistencia, compromiso y esperanza. La recuperación de estas especies no solo es un triunfo de la ciencia y la cooperación, sino una prueba de que aún estamos a tiempo de hacer la diferencia.
Proteger la biodiversidad es una responsabilidad colectiva. Estas historias son un llamado a seguir luchando por un planeta más justo, más sano y más vivo.
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