De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México tendrá un crecimiento económico más lento de lo previsto en 2024 y 2025.
La OCDE bajó su proyección sobre el Producto Interno Bruto (PIB) en el último año del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, de 2.2% a 1.4%. Mientras que anticipa un avance de 1.2% en 2025, el primer año del mandato de Sheinbaum.
Según el informe sobre «Perspectivas Económicas de la OCDE, septiembre 2024», en México se espera que la desaceleración actual del crecimiento de la demanda interna persista hasta el próximo año.
A nivel mundial, los mercados laborales continúan relajándose. Esto refleja, en parte, una moderación de la demanda, ya que el crecimiento del empleo se ha desacelerado en países como Japón, Corea, México, Turquía, Sudáfrica y Estados Unidos.
La OCDE mantuvo en 2.6% sus perspectivas de crecimiento en 2024 para Estados Unidos, el principal socio comercial de México. Sin embargo, las redujo para el 2025, de 1.8% a 1.6%.
Explican que en Estados Unidos, se prevé que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) se desacelere con respecto a su reciente ritmo rápido, pero se verá amortiguado por la flexibilización de la política monetaria.
El organismo señaló que el crecimiento de la producción mundial se ha mantenido resistente, y la inflación continúa moderándose. Asimismo, el crecimiento ha sido relativamente sólidos en muchos países de la G20, entre ellos Estados Unidos, Brasil, India, Indonesia y el Reino Unido.
Mientras que los resultados siguen débiles en unas pocas economías, como Alemania y Argentina, donde la producción se contrajo.
Argentina encadenará dos períodos de retracción de su producción total anual, con el agravante de que, según las proyecciones en 2024, sería la única economía del subcontinente en caer.
Mientras la mayoría de las economías de América del Sur cumplirán tres años de crecimiento ininterrumpido de su producto interno bruto (PIB), Argentina se comprime después de decrecer, sin siquiera un rebote. Esto de acuerdo al Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2024, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Mathias Cormann, el Secretario General de la OCDE, destacó que la economía mundial está empezando a dar un giro, con una inflación en descenso y un sólido crecimiento del comercio. «Con un 3.2%, esperamos que el crecimiento mundial se mantenga resiliente, tanto en 2024 como en 2025», dijo.
Asimismo, el titular de la OCDE aseguró que la disminución de la inflación ofrece margen para una flexibilización de los tipos de interés, pero detalló que la política monetaria debería seguir siendo prudente, hasta que la inflación haya vuelto a los objetivos de los bancos centrales.
También advirtió que para incrementar las expectativas de crecimiento a medio plazo, se tiene que revitalizar el ritmo de las reformas estructurales, mediante políticas favorables a la competencia, por ejemplo reduciendo barreras regulatorias en los sectores de servicios y redes.
Entre los riesgos para la economía mundial, la OCDE destacó el impacto de una política monetaria restrictiva sobre la demanda, que podría ser mayor de lo previsto. También las desviaciones de la trayectoria prevista de desinflación gradual podrían provocar perturbaciones en los mercados financieros.
Las persistentes tensiones geopolíticas y comerciales, incluidas las derivadas de la guerra en Ucrania, así como la Guerra en Palestina y los crecientes conflictos en Medio Oriente por la guerra contra el terrorismo, corren el riesgo de volver a impulsar la inflación y afectar a la actividad mundial.
En el lado positivo, el crecimiento de los salarios podría dar un impulso fuerte a a la confianza y gasto de los consumidores. Además, una mayor debilidad de los precios mundiales del petróleo aceleraría la desinflación.
Cormann comentó que, en un contexto de niveles elevados de deuda pública, es fundamental reconstruir el margen fiscal para poder reaccionar ante futuras conmociones y presiones de gasto, como lo son las derivadas del envejecimiento de la población y las inversiones necesarias en la transformación digital y la transición climática.
Por ello, aseguró que la política fiscal debe centrarse en contener el crecimiento del gasto y optimizar los ingresos. Mientras que en unas trayectorias de ajuste creíbles a mediano plazo ayudarían a estabilizar a la carga de la deuda.
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