Tras la renuncia del Papa Francisco, el mundo católico es testigo de un nuevo hito histórico: la elección del cardenal Robert Francis Prevost como el 267º Pontífice de la Iglesia Católica. El nuevo papa ha adoptado el nombre de León XIV, y fue elegido en el cónclave más multicultural de la historia reciente.
La elección ocurrió con notable agilidad. Bastaron cuatro votaciones para alcanzar el consenso necesario entre los 133 cardenales electores, lo que refleja una sorprendente unidad en un momento crucial para la Iglesia. El cardenal Prevost logró reunir 89 votos, exactamente los dos tercios requeridos. Dominique Mamberti, protodiácono de la Iglesia, anunció desde el balcón central de la Basílica de San Pedro el ya tradicional “Habemus Papam”.
Este cónclave ha sido uno de los más breves en tiempos recientes. Para ponerlo en contexto: en 2005, Benedicto XVI fue elegido en cuatro votaciones en apenas 24 horas; en 2013, se necesitaron cinco votaciones para elegir al Papa Francisco. La rapidez de la elección de León XIV indica que su perfil logró conciliar a diversas corrientes dentro del Colegio Cardenalicio.
Robert Francis Prevost nació en Chicago en 1955, en el seno de una familia católica de origen francés y español. Ingresó en la Orden de San Agustín, fue ordenado sacerdote en 1982 y rápidamente emprendió su vocación misionera. En 1985 llegó a Perú, país donde desarrolló gran parte de su ministerio y del cual también es ciudadano naturalizado desde 2015.
En Perú, Prevost se desempeñó como obispo y administrador apostólico, destacando por su cercanía con las comunidades más pobres, su trabajo pastoral y su compromiso con los derechos humanos. Su español fluido y su sensibilidad hacia América Latina lo convierten en un pontífice bicultural, puente entre el Norte y el Sur globales.
En 2023, el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, uno de los cargos más influyentes del Vaticano. Desde ahí, Prevost tuvo contacto con las iglesias de todos los continentes y fortaleció su imagen como hombre de gobierno y de diálogo. Muchos interpretaron este nombramiento como un espaldarazo personal del Papa Francisco.
A sus 69 años, León XIV es percibido como un líder de continuidad, pero con estilo propio: discreto, sobrio y pastoral, más que político. No ha concedido entrevistas, y su bajo perfil lo hizo aceptable para distintas sensibilidades dentro del Vaticano. Aun así, carga con algunas controversias: durante su tiempo en Perú, se le ha señalado por presunto encubrimiento en casos de abusos, aunque nunca se le han imputado cargos formales.
El cónclave de 2025 se ha inscrito entre los más ágiles de la historia reciente, pero no es el más rápido. En 1503, tras la brevísima muerte del Papa Pío III, los cardenales eligieron a Giuliano della Rovere como Papa Julio II en apenas 10 horas, en la primera votación. Aquella vez, la urgencia política y la figura fuerte de della Rovere facilitaron un consenso casi automático.
Después, en el siglo XX y XXI, el patrón de los cónclaves ha variado entre la celeridad y el debate extenso. Por ejemplo, a Juan Pablo Io eligieron en dos días y cuatro votaciones, mientras que Juan Pablo II necesitó tres días y ocho escrutinios. Benedicto XVI fue electo en cuatro escrutinios, y Francisco, en cinco.
El cónclave de 2025, aunque ágil, no fue precipitado. La elección de León XIV refleja una decisión meditada, que tomó en cuenta su capacidad de conciliación, su experiencia global y su cercanía con el legado de Francisco.
La elección de un papa estadounidense rompe una norma no escrita en el Vaticano. Tradicionalmente, se ha evitado designar pontífices de Estados Unidos debido a su posición geopolítica dominante. Sin embargo, el perfil multicultural de Prevost, con corazón latino y vocación misionera, cambia la narrativa.
León XIV llega al trono de San Pedro en un momento de profundos desafíos para la Iglesia: secularización creciente, crisis de credibilidad por escándalos de abuso sexual, polarización interna y tensiones geopolíticas. En este contexto, su perfil sobrio pero firme puede interpretarse como una apuesta por la estabilidad y la reforma tranquila.
Además, su cercanía con América Latina puede reforzar los lazos del Vaticano con una de las regiones más católicas del mundo. Mientras su nacionalidad estadounidense podría reactivar las donaciones financieras que han disminuido en los últimos años, especialmente durante la era de Donald Trump.
La elección de Prevost también reafirma la importancia de la pastoral en las periferias. Su experiencia como obispo en regiones pobres de Perú y su trayectoria como superior de los agustinos aportan una visión más empática y menos burocrática al papado.
El nombre papal elegido por Robert Francis Prevost también dice mucho. León XIV no es un nombre común en tiempos recientes. El último papa con ese nombre, León XIII, fue pontífice entre 1878 y 1903, recordado por su encíclica Rerum Novarum, que sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia.
Elegir el nombre León puede interpretarse como una declaración de intenciones: liderazgo firme, apertura al diálogo social y compromiso con las problemáticas contemporáneas. En un momento donde la Iglesia necesita tanto claridad doctrinal como compasión pastoral, el nuevo Papa parece querer ofrecer ambas cosas.
La elección de León XIV representa, en muchos sentidos, una síntesis entre continuidad y renovación. No es un papa rupturista, pero tampoco es un guardián del statu quo. Tiene los pies en las periferias y la cabeza en la Curia. Habla el idioma de los pueblos y también el de la diplomacia vaticana.
Si bien algunos sectores más progresistas podrían haber esperado un pontífice africano o asiático, el perfil de Prevost puede verse como una opción intermedia que refleja la diversidad de la Iglesia actual. En sus manos recae ahora la enorme responsabilidad de guiar al catolicismo global en un siglo XXI marcado por la incertidumbre, la movilidad y la transformación cultural.
El mundo observa con atención a León XIV, un papa que llega sin grandes gestos, pero con una biografía que habla por sí sola: misionero, formador, pastor, y ahora, líder espiritual de más de mil millones de fieles.
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