La leyenda encantada de la campana de Jalpan

La leyenda encantada de la campana de Jalpan
La leyenda encantada de la campana de Jalpan

En el corazón de la Sierra Gorda de Querétaro, Jalpan de Serra guarda una de las leyendas más fascinantes del México independiente: la historia de su campana encantada. Este pueblo mágico, rodeado por la reserva de la biosfera más ecodiversa del país, es también el escenario de un misterio que ha pasado de generación en generación desde el siglo XVIII.

Un origen español con alma mexicana

Cuenta la tradición que, hacia finales del siglo XVIII, una campana fue forjada en España con metales preciosos extraídos de México. Su sonido era tan dulce y armonioso que el propio rey mandó colocarla en la torre de la Catedral de Madrid.

Todo marchaba con normalidad hasta la madrugada del 15 de septiembre de 1810. Sin intervención humana, la campana comenzó a repicar sola. Su sonido fue tan fuerte y alegre que despertó a los madrileños cercanos, quienes no lograban entender qué ocurría.

Días después, llegó un navío procedente de América con noticias impactantes: en la Nueva España había iniciado una insurrección. La guerra de Independencia había comenzado justo cuando la campana sonó sin razón aparente.

Una campana con sentimientos

Desde entonces, el comportamiento de la campana cambió. Sonaba sola, con júbilo, cada vez que los insurgentes triunfaban. Pero emitía notas tristes cuando sufrían derrotas. Esto desconcertó a todos, y pronto se ganó el apodo de “la campana burlona”.

Molesto por lo que consideró un mal augurio, el rey ordenó empacarla con relleno para que no sonara más. Pero ni así se pudo silenciar. Finalmente, decidió enviarla en un barco para arrojarla al fondo del mar. El destino, sin embargo, tenía otros planes.

Un vuelo mágico hacia Querétaro

Aquí la leyenda se vuelve aún más fantástica. Se dice que antes de que la campana fuera lanzada al agua, “cobró vida” y voló hasta México. Aterrizó justo frente a la puerta del templo de Concá, en el municipio de Arroyo Seco.

Los vecinos, sorprendidos, la colocaron en el campanario. Décadas más tarde, en 1940, un hombre llamado Don Gregorio Olvera la solicitó prestada para fundir una réplica en Jalpan, con motivo del aniversario de la Independencia. Sin embargo, nunca la devolvió, y la campana dejó de sonar misteriosamente.

No pasó mucho tiempo antes de que la campana apareciera, “como por arte de magia”, de nuevo en Concá. Don Gregorio intentó recuperarla, pero esta vez la campana se hundió en la tierra para evitar ser removida.

Los pobladores, convencidos de que estaba encantada, aseguraron que sólo los niños podrían desenterrarla. Así ocurrió, y la campana fue trasladada de nuevo a Jalpan.

El sonido del patriotismo

Desde entonces, la campana enmudeció. Pero la leyenda no termina ahí. Se cuenta que cada 15 de septiembre, justo cuando inicia el Grito de Independencia, su sonido resuena solo para oídos selectos: aquellos de los mexicanos más patrióticos e incorruptibles.

Para algunos, es un símbolo de resistencia. Para otros, una prueba viva de que los objetos también pueden tener alma y memoria.

Un eco del pasado en la Sierra Gorda

Jalpan no solo es famoso por su historia, su arquitectura barroca o su biodiversidad. Es un pueblo que resguarda relatos llenos de identidad y magia, como la leyenda de su campana.

La Misión de Santiago de Jalpan, uno de los cinco templos franciscanos construidos por Fray Junípero Serra en el siglo XVIII, fue el último hogar de esta campana. Los pueblos de Concá y Jalpan aún debaten sobre su pertenencia, aunque ambos reconocen su valor simbólico.

Más allá de la veracidad de los hechos, esta historia mantiene viva una conexión espiritual con la lucha por la libertad. Escuchar la campana no solo sería un fenómeno sobrenatural; sería también una afirmación de amor a México.

La leyenda de la campana de Jalpan es una historia que mezcla fe, historia y fantasía. Una campana hecha con metales de la tierra mexicana, forjada en Europa, y que regresó para convertirse en testigo silencioso de nuestra Independencia. En una tierra tan rica como la Sierra Gorda, no es extraño que el pasado siga resonando… incluso en el aire.

 

 

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