El cónclave es uno de los eventos más solemnes y enigmáticos de la Iglesia católica. Tras el fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril de 2025, la atención mundial se centra en este proceso ancestral que determinará al 267º sucesor de San Pedro. El cónclave comenzará el 7 de mayo en la Capilla Sixtina del Vaticano, reuniendo a 135 cardenales menores de 80 años con derecho a voto.
Origen e historia del cónclave
La palabra «cónclave» proviene del latín cum clave, que significa «con llave», haciendo referencia al aislamiento de los cardenales durante la elección papal. Esta práctica se formalizó en el siglo XIII, tras el prolongado interregno de casi tres años que siguió a la muerte del Papa Clemente IV en 1268. La elección de su sucesor, Gregorio X, fue tan complicada que llevó a la promulgación de la constitución apostólica Ubi periculum, estableciendo normas estrictas para futuras elecciones.
Desde entonces, el cónclave se ha convertido en un proceso cuidadosamente regulado, destinado a garantizar una elección libre de influencias externas y centrada en la guía del Espíritu Santo.
Preparativos y aislamiento en la Capilla Sixtina
Antes del inicio del cónclave, los cardenales asisten a la misa «Pro eligendo Romano Pontifice» en la Basílica de San Pedro. Posteriormente, se trasladan en procesión a la Capilla Sixtina, donde se lleva a cabo la elección. Una vez dentro, se pronuncia la frase «Extra omnes» («¡Fuera todos!»), y las puertas se cierran, dejando a los cardenales completamente aislados del mundo exterior.
Durante el cónclave, los cardenales residen en la Casa de Santa Marta, una residencia dentro del Vaticano. Están incomunicados y se les prohíbe el uso de dispositivos electrónicos o cualquier forma de contacto con el exterior, asegurando la confidencialidad del proceso.
El proceso de votación
El cónclave puede durar desde unas pocas horas hasta varios días. En cada jornada se pueden realizar hasta cuatro votaciones: dos por la mañana y dos por la tarde. Cada cardenal escribe en una papeleta el nombre de su candidato, la cual se deposita en una urna especial. Para ser elegido Papa, un candidato debe obtener una mayoría de dos tercios de los votos.
Si tras varias rondas no se alcanza un consenso, se pueden realizar pausas para la oración y reflexión. En caso de que después de 33 votaciones no haya un resultado, se procede a una votación entre los dos candidatos más votados, manteniéndose el requisito de mayoría de dos tercios.
La simbólica fumata: señales de humo
Una de las tradiciones más conocidas del cónclave es la fumata, el humo que emana de la chimenea de la Capilla Sixtina para informar al mundo sobre el progreso de la elección. El humo negro indica que no se ha alcanzado un acuerdo, mientras que el humo blanco anuncia que un nuevo Papa ha sido elegido. Para asegurar la claridad del color, se utilizan mezclas químicas específicas en la quema de las papeletas.
Además del humo, el repique de las campanas de la Basílica de San Pedro acompaña la fumata blanca, confirmando la elección del nuevo pontífice.
La Sala de las Lágrimas y la presentación del nuevo Papa
Una vez elegido, el nuevo Papa se retira a la «Sala de las Lágrimas», una pequeña habitación adyacente a la Capilla Sixtina. Allí, se viste con la sotana blanca y otros elementos papales. La sala recibe su nombre debido a las emociones que muchos papas han experimentado en ese momento de gran responsabilidad.
Posteriormente, el cardenal protodiácono anuncia al mundo la elección con la frase «Habemus Papam» desde el balcón de la Basílica de San Pedro. El nuevo Papa aparece entonces para impartir su primera bendición «Urbi et Orbi» («a la ciudad y al mundo»).
Diversidad y desafíos del próximo cónclave
El cónclave de 2025 será notable por su diversidad. Con cardenales provenientes de 71 países, refleja el esfuerzo del Papa Francisco por internacionalizar el Colegio Cardenalicio. De los 135 cardenales con derecho a voto, 108 fueron nombrados por Francisco, lo que podría influir en la continuidad de su visión de una Iglesia más inclusiva y enfocada en la justicia social.
Sin embargo, la elección sigue siendo impredecible. Las deliberaciones se llevan a cabo en un ambiente de oración y discernimiento, sin campañas ni candidaturas oficiales. Los cardenales buscan, ante todo, la guía del Espíritu Santo para elegir al líder que mejor pueda guiar a la Iglesia en los desafíos contemporáneos.
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